Hawker 45 (en calle Casp 45) es la promesa de un viaje. Lo intuyes desde el momento en que traspasas la puerta. Su decoración, sobria y con murales en las paredes, ya es una declaración de intenciones: aquí se vive y se siente América Latina. Su cocina abierta, muy cerca de las mesas, es un homenaje a los vendedores callejeros de cocina del Sudeste asiático. Contiene, además, un doble mensaje: Aquí no hay nada que esconder. No hay trampas: es una cocina honesta que seduce y atrapa el paladar por sus sabores callejeros, auténticos y sorprendentes.
La propuesta de Hawker 45 – a cargo de la chef filipino-brasileña Laila Bazham, copropietaria del restaurante- se basa en la gastronomía asiática y latina. Laila es la anfitriona de este viaje gastronómico intercontinental que recorremos en esta ocasión a bordo de un menú de 12 euros (que cambia cada día). Volveremos pronto a probar algunas de las propuestas más arriesgadas de su carta. Prometido.
Nuestro viaje comienza en América Latina, con un ceviche de caballa acompañado por ingredientes tan frecuentes en la cocina mexicana como la remolacha, el aguacate, la lima y los jalapeños.
Rápidamente saltamos a Japón de la mano de estos takoyakis. Son una especie de buñuelos de pulpo con salsa de ciruela, beni shoga y wakame típicos de la región de Kansai (Osaka, Kioto, Kobe…), donde es habitual encontrarlos en puestos callejeros.
Los segundos platos son una invitación a viajar al Sudeste asiático.
Primero hacia la India, con este sabrosísimo murtabak de cerdo confitado, roti paratha y ensalada de brotes. El murtabak es un plato musulmán de la India (que se suele hacer con cordero) aunque aquí nos lo pusieron con un cerdo confitado buenísimo servido encima de un roti paratha, un pan plano circular típico de Malasia.
Y daespués hacia Tailandia de la mano de este Tom yum, una popular sopa tailandesa que se caracteriza por el uso de diferentes hierbas aromáticas. Aquí nos la pusieron con salmón (otras veces lleva mariscos, pollo o setas) y con una salsa a base de citronela, leche de coco, chalotas y lima kaffir, dos ingredientes vegetales originarios de Asia. El toque picante del plato nos fue atrapando a medida que lo íbamos degustando…
Llegamos al final del viaje con un pudding con caramelo de coco al estilo filipino.
Un restaurante maravilloso. Un gran descubrimiento, de esos que no te cansas de recomendar.