Hubo una época en que el Alba París era uno de nuestros restaurantes preferidos cuando nos apetecía comer un chuletón de buey a la piedra. No sé muy bien por qué dejamos de ir (aunque sospecho que nuestra fiebre por el sushi tuvo algo que ver) y en nuestra ausencia el Alba París cambió de chef y de nombre. Carlota Claver, la hija de los antiguos dueños, tomó el control y decidió dar un nuevo look al interior del local, adecuar la carta a los nuevos tiempos y cambiarle el nombre del restaurante, que ahora se llama Carlota y sigue perteneciendo al Grupo Alba.
Así que teníamos pendiente una comida en el Carlota, deuda que decidimos saldar este fin de semana. Nuestra misión: comprobar si la carne era tan buena como la del Alba París.
Antes del chuletón, pedimos unas verduritas al wok con salsa thai que nos encantaron.
En nuestro estómago ya habíamos hecho un poco de cojín para lo que venía: Los 450 gramos del chuletón de buey (de raza frisona de 6 años alimentado en pasto y madurado entre 21 y 25 días en cámaras de temperatura y humedad controlada). La carne, tan buena como siempre y al gusto de cada uno, ya que la piedra te permite ir pasándola más en función del gusto de cada comensal.
Acabamos con unos postres igual de deliciosos: carpaccio de piña y naranja y un pastel de queso espectacular.
¿Conclusión? Carlota no sólo mantiene sino que ha mejorado la propuesta gastronómica de sus predecesores, que le habían dejado un listón de lo más alto. El restaurante es ahora más moderno, con un aire hípster vintage muy seductor, y su carta mezcla sus antiguas propuestas de éxito, como el chuletón, el jamón ibérico o los huevos rotos, con platos más de ahora como los tatakis de salmón y de atún o el steak tartar.
Éramos dos personas y la comida nos costó 72 euros.
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