Del restaurante Santa Gula de Barcelona se suele alabar su creatividad y su honestidad en los fogones. Sus tres socios, Martín Marchese, que es además el chef, y Nacho Muñoz y Xavi Grau, propietarios también de La Burguesería de Sant Cugat, han logrado convertir su pequeño restaurante de la plaça Narcís Oller, cercana al barrio de Gracia, en un local de moda que cuelga cada noche el cartel de “no hay entradas”. Dicen los asiduos del local que este éxito se debe sobre todo a la estacionalidad de sus platos, con una carta que se va renovando cada 15 días, a la originalidad de sus propuestas y al cuidado de la materia prima, cocina de mercado básicamente.
Decidimos comprobarlo un viernes. Reservamos mesa el día antes y ya está todo lleno. Tenemos que conformarnos con reservar a las 20,15 horas. El restaurante se va llenando poco a poco y los camareros se ven obligados a rechazar a varias personas que llegan sin reserva. Exitazo.
La carta es corta pero interesante. Hay platos que se mantienen en el tiempo y otros que van cambiando.
Empezamos con uno de los platos clásicos del Santa Gula, sus raviolis caseros de gambas y setas con suquet al parmesano, es el plato que más nos gustó.
Seguimos con un canelón de rabo de buey con bechamel y crema de Idiázabal del que se nos olvidó hacer foto. Potente potente. Después probamos el steak tartar de vaca a la mostaza. Le falta, a nuestro parecer, algo de picante. Nos encanta, sin embargo, el emplatado. ¡Qué importante es la presentación de los platos para el éxito de un restaurante!
Para cerrar la noche, y aunque no somos muy de dulces, nos dejamos llevar por este cheesecake con maracuyá natural.
Nos vamos pronto, que el segundo torno está a punto de llegar y nuestro tiempo se acaba.
Es lo que tiene la fama… Lo que tiene haber aparecido en un montón de blogs gastronómicos y tener críticas muy buenas en las webs de recomendaciones…
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