Llegamos a la plaça del Raspall buscando este bar de tapas que nos habían recomendado. Caña y tapa a elegir por dos euros no es algo que se suela encontrar en Barcelona, así que nos apetecía encontrar el bar y tomar algo allí al salir de trabajar.

El bar se ve enseguida: El rótulo del Bar Raspall está hecho a base de botellas de cervezas colocadas al revés (sólo se ve el cuello como una redonda verde), es luminoso y destaca en la sobriedad de la plaza del Raspall (plaza de los Gitanos de Gracia).

Es viernes a las ocho de la tarde y, como podíamos esperar, el local está a tope. Logramos encontrar un pequeño espacio en la barra de la pared (no hay mesas) y al poco encontramos unos taburetes. El camarero nos enseña una pizarra en el otro extremo del local en el que están escritas todas las tapas. Domina el terreno: Nos dice que para evitar el paseo entre la multitud hacia la pizarra es más práctico ir una vez y hacer una foto. Cierto.

Pedimos unas cañas y elegimos tapa. Probamos la broqueta Yakitori, el pollo con curry y cuscús, los fideos chinos y el estofado de sepia, guisantes y mejillones. Todo nos sabe bien.

Además, hay sardinas, nachos, albóndigas, ensaladas, hummus, hamburguesitas, navajas, pulpitos… Todo pensado para que nadie se quede ni con hambre ni con sed.

Si quieres una tapa más y no puedes con tanta cerveza, te la ponen por un euro y medio.

Es un bar poco conocido: No tiene web, su página de Facebook apenas tiene 180 fans y en TripAdvisor sólo siete personas han escrito sobre ellos (seis considerándolo excelente y uno muy bueno, por cierto). Probablemente ni sus propietarios ni los asiduos a sus tapas quieren promocionarlo demasiado: No sea que lo descubran los guiris y pierda su autenticidad, como le ha ocurrido a tantos y tantos pequeños bares de la ciudad condal.

Así que… ya sabéis… guardadles el secreto, por favor, no llevéis a mucha gente a tapear al Raspall.

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