Tiene pinta de bodega de toda la vida, pero no lo es. De ahí que la hayamos definido como “neo-bodega”. El Celler Cal Marino de la calle Margarit abrió hace unos seis años en lo que durante cuatro décadas había sido un taller de motos y antes, hace un siglo, una fábrica de gaseosa.
Y así, entre toneles, barriles, cajas de vino de madera y un cierto aire de local industrial, Eduard y los suyos combinan tapas alegres y desenfadadas con vinos que no lo son menos. Como si el Celler Cal Marino fuera de toda la vida y ahora hubieran decidido darle un toque creativo a sus platillos.
Al Celler Cal Marino se puede ir a tomar un vermut (los domingos los vermuts van con concierto incluido) o un vino, a hacer un after-work o a comer o a cenar. Esta vez optamos por ir allí a cenar con dos amigos, con lo cual pudimos probar una amplia variedad de su repertorio gastronómico.
Empezamos con unas papas arrugás con sus tres salsas y unas croquetas. Las tienen de roquefort y nueces, sobrasada y miel, queso Idiazabal y mebrillo, morcilla y manzana, pollo y mostaza dulce…
Seguimos con una tapita de tartar de salmón ahumado y otra de esqueixada de bacalao. Muy buenas tanto en sabor como en textura.
Y con otra tapita, fuertecita, de queso de Balanchares. Gràcies, Marta, no recordàvem el nom.
Nos encantó el rollo de cecina con cabrales y avellanas.
Para acabar, platito de quesos y chicharrón de Cádiz, algo que nunca habíamos probado.
Para hacer bajar todas estas viandas, en Cal Marino disponen de una completa carta de vinos de cultivos tradicionales pero también ecológicos, biodinámicos y naturales de variedades atípicas y autóctonas. Cuentan también con cervezas artesanales locales.
Nos pareció que es un sitio para volver: El precio es correcto (éramos cuatro y la cuenta, con dos botellas de vino, fue de 100 euros), la cocina es tradicional y a la vez imaginativa y el trato es cordial.
Además, está en pleno corazón del Poble Sec, con lo cual después tienes muchos sitios donde acabar la noche, como la Gran Bodega Saltó, abierta como bar de copas hasta más tarde.
Definitivamente, es un buen barrio para tapear, el Poble Sec.
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